viernes, 31 de julio de 2020

Palabras para el brindis del primer cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Es difícil encontrar algo para decir, para decirles a todos ustedes. En este primer cumpleaños convocamos una verdadera multitud, heterogénea y variada. Tenemos la gente que nos acompañó siempre, y especialmente en este año, pero también tenemos aquellos que hace mucho que no veíamos y que vienen para esta ocasión especial. Hay unos cuantos que vieron a Helena por primera vez hoy, en este día de festejo, bautismo y cumpleaños. Tenemos amigos del secundario, de la Facultad, familiares… Está muy claro que este primer cumpleaños no es para el bebé, sino para todo el resto.

Y por eso, como decía, es difícil decir algo para todos. Algo con sentido, con un significado. Algo que vaya más allá de mover el aire. Todos saben que no me gusta hablar para eso. No quisiera perder tiempo sólo para decirles gracias por venir, eso se da por descontado. Ni voy a caer en la demagogia de preguntarles si estuvo todo bien, cuando lo sé perfectamente.

Aún así, voy a decir algo obvio: cada uno de ustedes está aquí por una razón. Cada invitación fue cuidadosamente pensada, analizada, sopesada e incluso discutida. Ha quedado gente afuera que nos hubiera gustado incluir. Algunos de los que invitamos originalmente no pudieron venir. Pero cada invitación tuvo una razón de ser. Cada uno es una parte de nuestras vidas por algo. Algo habrán hecho…

Y es que cada acción tiene sus consecuencias. Tener un hijo nos hace mucho más conscientes de eso. Encender una luz es proyectar una sombra, y nosotros, en primer término, somos la luz con que miran nuestros hijos. Digo los padres, en primer término, pero inmediatamente vienen los padrinos, como se vio reflejado en el bautismo, en el signo de la luz que pasa del cirio a la vela, en manos de los padrinos. Y por supuesto, los abuelos que también son otro ejemplo de vida y de cariño familiar. En círculos cada vez más amplios, vienen los demás familiares y los amigos.

De todos, nuestros hijos (y nosotros también, pero los niños son más receptivos) reciben ejemplo. Ellos están pendientes. Y cuando todavía no entienden el lenguaje, es peor, porque miran lo que hacemos, no lo que decimos. Esa costumbre tan propia de nuestra sociedad de decir una cosa y hacer otra, no tiene ninguna validez con los chicos. Así que en esta noche y cerrando mi discurso, los invito a vivir bien. No porque nos mira el gran hermano, sino porque nos miran nuestros hijos. Brindo por la vida, ¡por la buena vida que les vamos a mostrar!



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