viernes, 31 de julio de 2020

Palabras para el brindis del décimo tercer cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Llegamos a los trece cumpleaños, y este año la tradición continúa pero cambia. Este 2020 que pasa por arriba de todas las tradiciones, virus y miedo mediante, también cambia la nuestra: no estoy reunido con un montón de gente con copas en mano, para brindar por el cumpleaños de Helena. ¿Podemos atribuirlo a la mala suerte que se asocia tradicionalmente al trece?

Estuve leyendo un poco, para ver de dónde sale la asociación supersticiosa. Encontré algunos que pretenden remontarlo al Código de Hamurabi, uno de los códigos legales más antiguos que ha llegado hasta nosotros, escrito 1750 años antes de Cristo. Hay gente que pretende que las leyes numeradas allí se salteaban la 13, atribuyéndolo a un error de copia. Aunque divertida, esta versión parece totalmente apócrifa, no encontré ninguna fuente seria que mencione eso. La tradición más común en nuestra cultura lo asocia con la cantidad de comensales en la Última Cena, con doce apóstoles y su Maestro, que además habría sido crucificado un viernes 13. Probablemente esta también sea apócrifa, pero reflejando la que sospecho es la razón en el fondo de todo esto: como dije el año pasado, el 12 tiene muchos factores y se puede dividir de varias maneras, tener doce de algo es una suerte y tener 13… pasa a ser mala suerte. Varias culturas consideraban que el 12 era un número perfecto, y el trece es el que tiene un elemento más, y estropea esa perfección. Gráficamente, imaginen cortar una pizza en 12 porciones, ¡fácil!. Pero en 13...

Para nuestra colonizada cultura spanglish, el cumpleaños trece significa que nuestra hija ahora es oficialmente una teenager, ya que thirteen, trece en inglés, es el primer número que termina en -teen, que es lo que da origen a esa palabreja, reemplazando al cariñoso e hispánico “edad del pavo”.

Por eso, tuvimos que constatar en esta cuarentena que nuestra hija está impaciente por ingresar a la adolescencia. Ahora puede ver las cosas de Netflix para mayores de 13, y ejercitar su humor y caprichos adolescentes con nosotros como audiencia casi exclusiva.

Por supuesto, no es lo único ni lo más importante. En otros años hablé de cómo pasamos las vacaciones de invierno, este año toca comentar cómo pasamos la cuarentena, en una pequeña familia de tres. Y en este aislamiento, hay que reconocer que Helena se desempeña muy bien, casi siempre con buen humor y ayudando bastante.

Tiene sus tareas del colegio y la preparación del ingreso al próximo; estamos intentando que ingrese al Pío IX el año que viene y eso requiere una preparación que su colegio actual no le daría, ni siquiera si estuviera funcionando con normalidad. Las tareas del colegio están presentes, sobre todo en las materias especiales; dibujo y educación física se unieron en una iniciativa llamada “fisicarte” que requirió la preparación de muchos materiales y videos. Pero también ayuda en la casa, con un conjunto de tareas que ya le son propias, como colgar y descolgar la ropa, o ayudar los sábados en la limpieza de las hornallas y los escritorios. En general se tomó bien el aislamiento, los contactos sociales virtuales y la mayor cuota de independencia y responsabilidad, ya que nosotros estamos trabajando más horas que antes y ella queda “sola” buena parte del día; aunque estemos en el escritorio, frecuentemente uno u otro está en reunión o concentrado en algo y no es fácil interrumpirnos.

No la dejamos ir a hacer las compras, salimos a pasear por el parque cuando podemos. Por suerte el parque de enfrente de casa estuvo siempre abierto y es bastante grande como para circular sin estar demasiado cerca de grupos de gente.

Es casi inevitable pensar en lo que se perdió Helena este año, que es su séptimo grado: disfrutar un año lectivo con una preparación importante para terminar la primaria, el viaje de egresados, contactos distintos con sus compañeros. Continuar con el taller de teatro y el de acrobacia. Teníamos pensado que empezara a moverse en colectivo y subte, para aprender a manejarse en la ciudad. Todo esto cambió, ya no podrá ser como lo habíamos pensado.

Hasta el festejo de cumpleaños cambió, y tuvimos que probar una alternativa distinta, de gente que también supo cambiar en respuesta a las condiciones: el zoompleaños con animación y dirección a distancia. Como las clases en aula virtual, pero para divertirse y pasar un buen rato juntos.

Hay una gran incertidumbre sobre cómo será la vuelta a la normalidad, o a la nueva normalidad, como quieren bautizarla algunos. No sabemos ni siquiera si la burbuja de nuestro trabajo, que hasta ahora viene funcionando bastante bien, seguirá igual. No sabemos cómo continuará la escolaridad.

En medio de toda esta incertidumbre, sólo podemos confiar en lo que descubrimos sobre nosotros, sobre nuestro poder de adaptación, sobre nuestra resistencia. Y cómo todo esto nos hace crecer, incluso a los que estamos grandecitos, pero sobre todo a los que son como Helena, con un mundo por descubrir, aunque ese mundo ahora cambie.

Para cerrar, entonces, este año los invito a brindar por la resistencia (en todos sus sentidos), la adaptación, el crecimiento y los descubrimientos de nuestros hijos. ¡Brindemos por la vida, por una vida llena de descubrimientos, para nosotros y nuestros hijos!



Palabras para el brindis del décimo segundo cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Llegamos a la docena. Sigo la tradición y ya son 12 las veces he tomado el micrófono para hablar en el momento del brindis. El año pasado teníamos el 11, un número primo; este año, el 12 con cantidad de divisores enteros, lo que lo hace favorito de comerciantes y base adecuada de numeración para algunas civilizaciones antiguas.

Y hablando de civilizaciones antiguas, en muchas de ellas hay ritos de pasaje a la edad adulta en los 12 años. En realidad, desde los 11 se desarrollan ritos de pasaje, cosa que se entiende considerando el estilo de vida antiguo, tan lejos de la actual adolescencia que no termina hasta la jubilación…

Nosotros no hemos hecho ritos, pero hay un par de cosas… por ejemplo, disfrutó mucho de las primeras veces en que la dejamos ir en el asiento de adelante del auto, y del permiso para ver películas o leer libros que antes no le autorizamos.

Seguimos con la costumbre de celebrar su cumpleaños lejos, esta vez en una playa de Brasil. Ahí disfrutó mucho del mar y la pileta, descansamos bastante y pudimos jugar algunos juegos de mesa. Disfrutamos de ver a Helena en un ambiente nuevo, en un lugar donde ella maneja el idioma mejor que nosotros. Eso es una sensación totalmente nueva.

Este año, Helena tomó la primera comunión, lo que me llevó durante un año a acompañarla en catequesis familiar, otra oportunidad de verla crecer y desarrollarse en un ámbito distinto.

Por otro lado, repasando los discursos de años anteriores, veo que desde los 9 de Helena, vengo quejándome de golpes, y este es el primer cumpleaños en que su abuela Susana no está con nosotros. Es también la muerte más cercana que le tocó hasta ahora a nuestra hija, y es imposible no recordar la relación que tuvieron: tan particular como era mi madre, puso en sus nietos todo el cariño que nunca pudo expresarnos a sus hijos. La recordamos especialmente cuando tuvimos que gestionar, por primera vez, el adorno de la torta que ella cada año traía. Y nos acordamos de las veces que cuidaba a Helena, o jugaba o veía películas con ella.

Pero la vida sigue, y ésa no fue la única razón por la que este es un año difícil. Nuestro trabajo, que fue una burbuja en muchos sentidos durante unos cuantos años, está cambiando violentamente; algo que se veía venir pero igual es un choque.

Sin embargo, ese choque representa también una oportunidad de pensar las cosas de nuevo, de re-dimensionar, de volver a analizar qué es lo realmente importante. Y lo importante para nosotros sigue siendo lo que nos convoca, la razón de esta reunión y festejo: nuestra hija. Cada vez más, nuestros motivos de alegría vienen de ella. Y por eso seguimos festejando: sigue yendo muy bien en el colegio, está bien de salud. Empezamos el proceso para elegir su colegio secundario. Sigue creciendo y madurando, y nos llena de orgullo.
Cada vez más, es una compañera en la familia. Habla muchas veces como adulta, opina y participa de las decisiones. Aunque todavía es bastante difícil explicarle cómo funciona el mundo, ya que notamos que la mayoría de sus experiencias “de vida” son a través de una pantalla, temo que lo mismo pasa con la mayoría de su generación: como dicen por ahí, “hashtag: #malditosmilennials”.

Esto nos hace ver que, aunque ahora estudia casi sola los temas del colegio, seguimos siendo necesarios para muchos aspectos de su vida, algo que sigue tirando de nosotros hacia adelante. Espero ver en el próximo año que logre cruzar calles sola, y viajar en colectivo y subte, así va conociendo nuestra ciudad de otra manera. Que aprenda a moverse en la calle, entre la gente, en este mundo muchas veces hostil pero otras tantas maravilloso que nos rodea. Que lo descubra, que lo siga viendo con ojos de niña que se convertirá en mujer, que lo saboree.

Para cerrar, entonces, este año los invito a brindar por el crecimiento y los descubrimientos de nuestros hijos. ¡Brindemos por la vida, por una vida llena de descubrimientos, para nosotros y nuestros hijos!





Palabras para el brindis del undécimo cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Este es el undécimo brindis que hacemos por el cumpleaños de Helena. Undécimo u onceavo o incluso onceno, que el once es un número primo y de ordinal irregular. Pero continúa la costumbre de hacer un pequeño discurso en este momento y compartir unas frases con ustedes.

Este fue un año difícil, signado por problemas de mi familia y de nuestro trabajo. Pero no voy a detenerme en eso, sino recordar que por tercera vez, hemos hecho un viaje maravilloso para las vacaciones de invierno. Maravillosos porque fuimos a ver otra maravilla. Hace dos años visitamos las cataratas del Iguazú, el año pasado fuimos a Europa y este año, a ver el Valle de la Luna y el parque de Talampaya, impresionantes paisajes naturales que hace años que quería conocer. Y el viaje fue otra oportunidad de pasar tiempo juntos, vivir experiencias nuevas y ver cómo se desenvuelve Helena. Ahora que tiene más de diez años, esto es más interesante, porque empieza a ser una compañera de viaje con otro nivel de participación.

Y es bueno ver que, aunque pase todo su tiempo libre mirando tonterías en Youtube, sigue teniendo habilidad para conectarse con la gente, aunque sean extraños, y aportar su luz en nuestras vidas.

Este año, además del colegio, donde se desenvuelve más por su cuenta y tiene algo menos de apoyo y supervisión de nuestra parte, empezó un taller de teatro que disfruta mucho, empezamos una catequesis familiar en la que trato de acompañarla en el descubrimiento de la Fe católica y forma parte por tercer año de la Banda musical del colegio.

Pero los once años son una edad difícil (como todas). Ya está dejando de ser una niña para entrar de lleno en la etapa de pre-adolescencia. Y eso trae preguntas e inquietudes, de su parte y de la nuestra. Muchas de esas preguntas se hacen y se responden con las compañeras del colegio, y eso ahora es un problema, ya que todo tipo de información está al alcance de todas, pero no la capacidad de filtrarla, entenderla o evaluarla. Por suerte, parece que Helena entiende la importancia de asegurarse con nosotros de lo correcto o apropiado de las cosas que ve o escucha, pero quién sabe por cuánto tiempo seguirá así… Nosotros aportamos libros y experiencia, pero el colegio se mantiene alejado del tema y es difícil competir con Youtube y otras manifestaciones de Internet.

Mientras tanto, día a día sigue creciendo, aunque yo la vea tan pequeña. Pero me encanta jugar con ella, o llevarla a lugares nuevos o a conocer gente nueva. Me gusta verla en las reuniones familiares, jugando con sus primas y marcando cada una su diferente personalidad. Me gusta llevarla a catequesis o a teatro y ver su actividad ahí. Y me gusta que todavía mantengamos la costumbre de leer un poco a la noche, aunque muchos de los libros que elijo le resulten aburridos.

Apartándonos de las dificultades de mi actividad laboral, de la rutina de mantener la casa y de nuestra escasa actividad social, cada vez más la luz y la alegría vienen de la mano de nuestra hija. Y creo que esto es lo que quería compartir con ustedes. Por eso, para cerrar, los invito una vez más a brindar por la vida, por la luz y la alegría que traen nuestros hijos.



Palabras para el brindis del décimo cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Por décima vez, tomo la palabra en el momento del brindis, continuando esta costumbre que empezó en el primer cumpleaños de Helena. Diez veces hemos levantado nuestras copas para brindar, diez años han pasado y la tiranía del sistema decimal de numeración nos condena a considerarlo más importante y digno de remarcar que el noveno o el decimotercero.

Hace cinco años, esbozaba un pequeño balance aprovechando el lustro finalizado e iniciando un nuevo plan quinquenal. Ahora que terminó un decenio, se impone otro balance, y memoria. Memoria, quien fuera Mnemosine, madre de las 9 musas (que junto con ella, componen otra mágica decena). Memoria que es también uno de los cuervos de Odín, que recorrían el mundo para llevarle luego las noticias, en una época en la que nadie soñaba con la prensa, la Internet o el poder de los medios. Pero me refería a otra memoria, la memoria que acompaña al balance y se compone de un registro de sucesos.

Porque es inevitable en cada cumpleaños recordar lo ocurrido durante el año que pasó, y los hitos de los años anteriores. Además de los números apareados a nuestros diez dedos, gozamos también de los ciclos de estaciones y la revolución solar, que nos dan la ilusión del eterno retorno en espiral, de que las cosas son cíclicas y que un año representa un ciclo de algo, que así como cada año repite su ronda de meses, cosas similares pasan en fechas similares. Siempre similares, pero nunca iguales, porque nada queda igual frente al paso del tiempo. Similares pero nunca iguales… como estos discursos.

Discursos similares en la evocación, así que cumpliré en evocar este año, que fue rápido y muy variado. Un año que estuvo marcado por nuestro viaje a Europa, por varios motivos: el principal, que nos pasamos casi la mitad del año armándolo, planificándolo, organizando y reservando cosas… Y ahora nos pasaremos el resto del año recuperándonos, volviendo a acomodarnos a nuestra rutina, recordando y procesando las vivencias. El viaje fue muy interesante, porque conocimos muchos lugares, pero sobre todo vivimos muchas cosas juntos. Hace mucho que no estábamos tanto tiempo los tres juntos: fueron tres semanas de estar todo el día, todos los días, los tres juntos; desarrollando distintas actividades, jugando distintos roles pero siempre los tres. Por favor, ahórrenme darles una valoración, pero sin duda fue novedoso e interesante.

Entre las cosas interesantes está el haber podido observar durante todo ese tiempo, en qué se está convirtiendo la bebé de hace diez años y la nenita de hace cinco. Pude ver a Helena “en acción”, frente a un montón de experiencias nuevas, lugares nuevos, situaciones, personas y hasta lenguajes diferentes. A veces resolviendo cosas, haciendo sugerencias, pedidos, disfrutando novedades, jugando y experimentando, conociendo y tratando de armar todo. Esto fue lo más fascinante del viaje, incluso más que el monumental (literalmente) David de Miguel Angel, la clásica Tour Eiffel, las insólitas composiciones de Gaudí o los pintorescos canales venecianos. Porque acompañar un hijo que crece es como la aventura más grande, el juego más maravilloso del mundo. Nadie nos explicó las reglas, no sabemos qué se puede mover ni cuáles son los puntajes, no tenemos toda la información a la vista, ni sabemos qué hacen los demás jugadores… Sólo podemos arrimar un par de piezas, decir un par de frases de vez en cuando (¿será ese nuestro turno?), mostrar alguna cosa y mover un poquito… y vemos los efectos mucho más tarde, cuando ni sabemos cómo se llegó a esa posición. Pero en juegos como éste, el resultado siempre nos llena de orgullo y de disfrute, porque ver cómo un hijo puede desenvolverse en el mundo de una manera diferente a las nuestras, nos da la ilusión de que esos movimientos torpes que intentamos desde hace años, llevan a eso.

Efectivamente, el orgullo debe ser el principal pecado de los padres, y somos culpables. Estamos orgullosos de Helena, de cómo atravesó estos diez años, de sus logros e incluso de sus fracasos. Orgullosos de cómo le va en el colegio, de sus responsabilidades y sus actividades; de su desempeño en la banda de música y en el taller de patín pero sobre todo, de que siga siendo cariñosa y sensible. De que siga eligiendo ser una buena persona en este mundo que está tratando de descubrir.

Y en esto también ustedes tienen algo que ver; también ustedes movieron algo en ese tablero, dijeron algo o le mostraron algo. Así que también parte de la recompensa es suya.

Para cerrar, entonces, los invito una vez más a brindar por la vida, por las oportunidades de ver crecer a nuestros hijos y ocupar su lugar en el mundo.



Palabras para el brindis del noveno cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Una vez más, tomo la palabra en el momento del brindis, continuando esta tradición de 9 años.

Este año se hizo particularmente difícil, porque hemos recibido varios golpes en los últimos tiempos. Desde pequeñas molestias e inconvenientes hasta muertes de familiares y amigos, pasando por problemas en la empresa donde trabajamos y enfermedades graves de otros amigos. Ayer, al sentarme para escribir estas palabras, por primera vez lo hice sin alegría, preguntándome qué debería transmitir. Porque en estos mensajes no puedo dar rienda suelta a la negatividad, porque ya para eso hay de sobra en los medios masivos, y porque esto tiene que ser un festejo.

Y porque tampoco nos faltan motivos para festejar, y es bueno que lo hagamos. Helena cumplió nueve años y lo festejamos en las Cataratas del Iguazú, uno de los escenarios más imponentes del planeta, que ninguno de los tres conocía. Le va muy bien en el colegio, y en general los tres estamos bien de salud. Alejandra y yo tenemos un buen trabajo, y excelentes amigos. En fin, cuando uno se pone a buscar un poco y evaluar las cosas con más tranquilidad, siempre tenemos motivos para festejar, para brindar, como decía la propaganda de la sidra.

Este año Helena tuvo muchos logros, que nos ponen orgullosos. Además de su desempeño escolar, empezó a tocar la flauta traversa en la banda del colegio, y empezó el taller de patín. Sigue con natación. Está leyendo mejor, aunque lo hace menos que antes, y su vocabulario aumentó mucho. Su inglés mejoró bastante. Y un detalle que no es menor: aprendió algunos juegos de mesa o de cartas que puede jugar con nosotros.

Aprovecho para colar el mensaje que di en mi charla para la conferencia de Smalltalk del año pasado: el juego es una herramienta fundamental para el aprendizaje. Por esto también decidimos buscar una animación con una propuesta de juego, algo diferente de la animación convencional.

Los juegos agilizan la mente, la mantienen fresca y receptiva; ayudan a enfocarse, a aprender a trabajar para lograr un objetivo frente a dificultades diversas y la acción de otros jugadores. Nos introducen en distintas temáticas y nos hacen conocer cosas nuevas. Y, por supuesto, el juego grupal implica interacción con gente. Así que aprovechen cada ocasión para jugar con sus hijos, a ellos les viene bien, a nosotros nos aleja el Alzheimer, es una buena forma de compartir tiempo y actividades juntos y además… es divertido.

Hablando de diversión, extraer la parte divertida de cualquier situación y no tomar nada demasiado en serio han sido siempre buenos mecanismos, que me ayudan a superar las cosas que mencioné al principio.

Pero por supuesto, no todo puede ser diversión y juego, y en cuanto a las tareas y obligaciones, Helena todavía necesita mucha supervisión, y mucho ejemplo. Una parte importante de lo que compartimos con ella, son las tareas del colegio, que muchas veces hace junto con alguno de nosotros, o al menos, le revisamos antes de que entregue. Seguramente, cuando logremos que tenga más independencia y haga sola las cosas, extrañaremos eso…

Para cerrar, entonces, este año los invito a brindar por el tiempo compartido con nuestros hijos. ¡Brindemos por la vida, por una vida plena de alegrías, para nosotros y nuestros hijos!






Palabras para el brindis del octavo cumpleaños de mi hija

Buenas tardes a todos.

Una vez más tomo la palabra en el momento del brindis, continuando esta tradición que ya lleva ¿cuántos años? Ocho, igual que Helena.

Y con el correr de los años –y de los medios de comunicación- las palabras del brindis que eran para los amigos y familiares presentes, se han ido ampliando. Ahora, además de ustedes que levantan la copa aquí y ahora, hay otra audiencia “en diferido” que lo lee por Facebook, en otro momento, en otra situación. Y hay otra audiencia, más diferida todavía: yo mismo, que cada año leo las palabras de años anteriores para preparar esto.

Así, se fue convirtiendo casi en un editorial o un artículo. Y un editorial tiene que tener un tema. Este año, el tema ya vino anunciado por la canción que elegimos para que entre Helena: ‘Libre soy’, la versión latinoamericana del tema de la película Frozen. Esta versión para mí es mucho más potente que la original, a pesar de Violetta y de rimas y orden de palabras forzados. Fíjense que el estribillo original dice “Let it go”, refiriéndose a las cosas reprimidas que uno tiene adentro y que hay que dejar salir. Pero en castellano, es mucho más amplio, más abstracto y más poderoso: “Libre soy”. No sólo de nuestras represiones y de los mensajes bienintencionados pero negativos de nuestros mayores, sino LIBRES. Libres para tomar nuestras decisiones y ser nosotros mismos.

Sonaría grandiosos, sino fuera porque la libertad está devaluada. Se transformó en slogan. En nuestra sociedad, nos creemos super-libres y en realidad somos menos libres de lo que proclamamos.

Sin embargo, por otro lado, tenemos muchísima libertad que no ejercitamos: libertad para pensar lo que queramos, para explorar ideas, para crear...

Esto me lo hizo ver un curso que tomé este año, por un proyecto laboral y por interés personal: un curso de diseño de juegos. Una de las cosas que vimos fue cómo analizar un juego en términos de cinco libertades o grados de libertad: cómo habilita, facilita o implementa la libertad de explorar, de equivocarse, de identidad, de manejar tiempos y de divertirse. Y estas libertades tan sencillas, tan pequeñas pero tan amplias, las tenemos. Pero no las usamos.

Volviendo al tema principal, ¿qué tiene que ver esto con Helena? Bueno, la estoy viendo desarrollar y probar sus libertades. En el colegio, en casa, con nosotros, con amigos, con desconocidos… En todos lados, va haciendo distintas cosas, viendo qué pasa, hasta dónde la dejan, dónde termina su libertad… Va experimentando con el mundo, jugando, probando y revisando. Lo que deberíamos hacer todos, pero los chicos tienen más permitido (o eso creemos). Y pregunta, discute y aprende, elabora teorías y las consulta o las prueba.

Por muchas de esas cosas estamos orgullosos de ella. También inspiran temor, porque hablamos de la libertad para equivocarse, pero eso implica también asumir las consecuencias de los errores. Y a ningún padre le gusta ver equivocarse a sus hijos. Yo sé que es fundamental, tengo toda la teoría, pero cada vez que se cae con los patines o hace mal una tarea, tiembla la casa… Por otro lado, sí, queremos darle libertad para elegir. Pero cuando elige ver por décima vez un capítulo de los Ositos Cariñosos, aparecen los mecanismos de censura y represión. También tiene que aprender que la libertad de uno termina donde empieza la de los demás, ¿no?

Y así vamos buscando un equilibrio, en el juego de libertades, voluntades y posibilidades. Así vamos creciendo con ella.

Por eso, para cerrar, este año los invito a brindar por la libertad. ¡Por una vida libre y plena, para nosotros y nuestros hijos!




Palabras para el brindis del séptimo cumpleaños de mi hija

Buenas tardes a todos.

Una vez más tomo la palabra en el momento del brindis, continuando esta tradición que ya lleva siete años, tantos como mi hijita.

Los niños, sepan que van a aburrirse unos minutos. Que se acostumbren a aburrirse cuando los mayores hablan. Para eso son chicos: deben escuchar y aprender, y ver como el tiempo se les estira.. Los adultos tendrán respuestas más variadas, pero el que se aburra deberá disimular. Para eso son adultos: deben simular que escuchan y aprenden, mientras el tiempo se nos va cada vez más rápido.

Porque para los adultos, el tiempo se va comprimiendo, los años son cada vez más cortos, los meses pasan más rápido y los buenos momentos son cada vez más fugaces. Este “efecto relativista”, aunque no deja de ser subjetivo, está estudiado y comprobado. La percepción del tiempo se deforma con la edad.

Pero ya fue bastante de hablar del tiempo, y hablaré un poco del año que pasó con Helena. Este fue un año muy importante, un año de mucho orgullo y muchas preocupaciones. En este año, Helena empezó la primaria. Aunque sigue en el mismo colegio donde hizo los últimos años del nivel inicial, este comienzo de la primaria marca un enorme cambio. La primaria no trajo nuevos compañeros, pero sí nuevas obligaciones, útiles, libros... Hablando de libros, con la primaria aprendió a leer y escribir, es una de las cosas que nos dan mucho orgullo. Helena lee muy bien, puede leer imprenta mayúscula o minúscula con bastante soltura y la cursiva con alguna dificultad. Disfruta mucho de leer, incluso le lee cuentos a su grupo de muñecos, o lee sola sus cuentos favoritos, además de leer todos los carteles, hasta los que salen en la televisión. Esto, en una casa llena de libros como la nuestra, es un orgullo y una buena alternativa a la televisión y la computadora, los eternos compañeros de los niños de hoy.

Pero no sólo lee y escribe, también aprendió más inglés, más números y está empezando con las operaciones aritméticas básicas. También empieza a aprender a jugar hockey. Y, fuera del colegio, está en su segundo año de taller de pintura en madera, una actividad que eligió ella misma, en donde decoró unos cuantos adornos.

Le va muy bien en el colegio y también, además de la educación y los conocimientos que adquirió, aumentó su curiosidad. Ahora pregunta mucho más sobre las cosas que ve en la televisión o durante el día, le gusta mucho conversar. A tal punto, que suele repetir la misma pregunta una y otra vez para seguir la conversación (por supuesto, eso no funciona conmigo, que me limito a decirle que eso ya lo respondí).

Todo esto nos llena de orgullo. Pero dije que fue un año de orgullo y preocupaciones. ¿Qué preocupaciones, si en el colegio le va muy bien y está bien de salud? Bueno, no sé si escucharon la letra de la canción de apertura de la princesita Sofía, con la que entró. Aprovecho para recomendarles la serie, hemos visto todos los capítulos con Helena (varias veces) y la disfrutamos mucho. La canción habla un poco de todo eso que le pasa. “ A la escuela real ir a estudiar / un mundo encantado que conocer / emocionándose. / A descubrir / qué es la realeza con vivir / y sin cambiar, / mil aventuras encontrar “. Son muchas cosas, muchos cambios, bastante presión, muchas novedades, nuevas emociones, todo para experimentar.

Muchas veces oímos que “los chicos hoy, están taaaaan estimulados”. Nadie duda de la cantidad de estímulos que tienen. Pero ¿de qué calidad? Vemos cómo intenta encontrar su camino a tientas, en medio de un montón de cosas apenas conocidas y con la dudosa guía de un grupo de adultos que no son particularmente brillantes, no están particularmente dotados para la enseñanza y ni siquiera están dedicados a eso (me refiero a los padres y familiares, no a sus maestras). Vemos cómo trata de imitar cosas por un lado, que nos ve a nosotros o en la tele, y cómo trata de diferenciarse por otro lado, con gestos propios. La vemos lidiar con sentimientos que tampoco entiende bien para tratar de relacionarse con amigas y compañeros, o con nosotros mismos. Con nosotros, está llena de planteos, preguntas, llamados de atención y búsquedas de límites. Nosotros, por nuestro lado, tenemos expectativas, directivas y algunas respuestas. Todo esto es lo que nos genera preocupaciones, preocupaciones compartidas con muchos otros padres, incluso muchos de los que están acá.

Bueno, ya me extendí demasiado, espero que sepan disculpar el tiempo que ocupé y nuestra descarga emocional, pero este es el tipo de cosas que quiero compartir con ustedes cada año.

Para cerrar, los invito a que hagamos juntos un brindis, un brindis por la vida. Por una vida compartiendo emociones, orgullo e incluso preocupaciones. ¡Por la vida!





Palabras para el brindis del sexto cumpleaños de mi hija

Buenas tardes a todos.

Continuando esta pequeña tradición, tomo una vez más la palabra y me dispongo a compartir vivencias y reflexiones con ustedes, antes de hacer un brindis. Hoy, como hace un año, como hace cinco años, se mantiene mi costumbre de hablar, pero muchas otras cosas cambian.

Cambió la gente, ya que cada año vienen menos adultos. Como corresponde, es cada vez más la fiesta de Helena y cada vez menos la nuestra. Es lógico y es como debe ser: ¿A cuántos cumpleaños de seis vamos nosotros mismos? Yo esquivo todos los que puedo…

Y el cambio de gente tiene como paralelo el cambio de Helena. Ella también, los primeros años sólo miraba, no entendía mucho, apenas participaba. Pero ahora vive con mucha emoción su cumpleaños, quiere estar en todos los detalles, quiere decidir cosas. Ya la elección de la ropa es un tema delicado, en el que yo no me metería. Pide distintas cosas que quiere que le regalen y hasta me dice cómo quiere que salga en las fotos.

Por supuesto, todo esto es muy sano y vemos con alegría muchos signos de madurez. Pero también eso plantea dificultades. Porque quiere tomar decisiones y se siente grande, pero es una nenita de cinco años. ¿Hasta dónde podemos dejarla equivocarse? Y también muchas veces es difícil poner el límite entre una decisión y un capricho. ¿Cómo distinguimos esas dos cosas tan emparentadas? Y no hablo solo de Helena, muchas veces discutir cosas con ella me hace ver más claramente cuántas de mis decisiones de adulto, racionales y ponderadas, no pasan de ser caprichos míos sin mayor fundamento. Sin embargo, otras veces se ve claramente que nuestra hijita no sabe cuál es su lugar. Pretende decirnos qué hacer, decide cuándo tenemos que hacer algo, hace reclamos y planteos… Yo soy criado a la antigua y más de una vez me siento tentado a marcarle el lugar de un zapatazo. Porque “cuando yo era chico, si llegaba a decir algo así…”

No quiero profundizar mucho en esto porque no tengo una respuesta; es un tema que todavía estamos trabajando y tratando de llegar a alguna forma de convivencia.

Pero todo esto apunta a que los cambios que mencionaba al principio, en nosotros y en nuestros hijos, son acumulativos y van generando divergencias, aunque sepamos que apuntan a la convergencia final. Y es que ser padres es uno de esos trabajos ingratos que, cuando se hacen bien, conducen a la desaparición. Es como el policía, que si lograra terminar con el delito, desparecería por innecesario. Lo mismo pasa con los padres: si lográramos ser buenos padres y criar bien a nuestros hijos, ellos serían maduros, independientes y libres. Y, por supuesto, no necesitarían una figura paterna. Así, el ideal del padre sería tener un hijo que no lo necesite, pero igual lo quiera; que no requiera su dirección ni su consejo, pero igual lo respete…

Por supuesto, eso nunca sucede. Tenemos policía para rato, y el trabajo de los padres está garantizado.

Así, ejerciendo ese oficio, también vemos más falencias y huecos de nuestra parte. Haciendo un repaso rápido del año, las ocasiones en que más tiempo hemos pasado con Helenita han sido las vacaciones. En los días de trabajo normales, lo más frecuente es que aún cuando estamos los tres en casa, la dejemos jugar con la computadora, ver películas en la televisión o jugar sola con sus muñecos, o dibujar o pintar por su cuenta.

Tenemos espacios reservados: frecuentemente la baño y jugamos un poco, cenamos todos juntos y después leemos un cuento o hacemos algún juego los tres. Pero es mucho más el tiempo que la dejamos sola, porque tenemos otras cosas que hacer y nunca nos alcanza el tiempo. Por no mencionar la mayor parte del día, en que ella va al colegio, nosotros al trabajo y ni nos vemos, ni nos enteramos mucho de lo que hace.

Todo esto produce cierta molestia ya que, seguramente, el día de mañana seremos de esos padres que se quejan de que su hija no les da bola. Pero hay que ver, ¿qué le estamos enseñando ahora? Porque como dije en discursos anteriores –y sí, uno se va poniendo más viejo y repite las cosas- los chicos aprenden sobre todo de nuestro ejemplo.

Por supuesto, no todo es negativo y muchas veces la vemos y sabemos que algo bueno debemos estar haciendo para que salga así. Esas son las recompensas de los padres.

¿Podemos cambiar este destino que nos alcanzará en un tiempo no muy lejano? Sí, seguramente. Está en nuestras manos hacer otras cosas y dar otros ejemplos.

Aún sin saber si lo haremos, aún sin saber qué lograremos, brindo por la vida y por los ejemplos que tenemos que dar



Palabras para el brindis del quinto cumpleaños de mi hija

Buenas tardes a todos.

Estoy cumpliendo con una tradición que inauguré, y sigo desde el primer cumpleaños de Helenita. Cada año, en el momento de la torta dije unas palabras antes del brindis. Es el quinto año en que lo hago, el quinto discurso.

Y ya van cinco años desde que empecé a trabajar de padre y que los tres formamos una familia. Ya se puede hacer un pequeño balance, porque aunque la vida de Helenita es corta todavía, ya pasamos unas cuantas cosas.

Por si tienen alguna duda, no pienso generar suspenso: el balance da positivo.

Aunque no podamos cuantificar esas cosas, todas las experiencias vividas en esta etapa fueron enormemente positivas. Inclusive las cosas que no parecen positivas, como llevarla a la guardia con otitis y volver a las dos de la mañana, sé que se transforman después en momentos compartidos y recuerdos invalorables.

También por ella, entramos en contacto con mucha gente nueva: las madres de los compañeritos del Jardín del Bosque, con quienes Helenita (y Alejandra también) mantiene el contacto en algunas actividades y salidas que siempre disfrutan; y ahora, la gente del Instituto Educativo Modelo, el colegio de Helena y una comunidad con la que nos sentimos bien, cómodos y que forma un buen ambiente para el desarrollo de nuestros chicos.

Estrechamos vínculos con los padrinos de Helena, a quienes vemos mucho más seguido que antes, y pasa lo mismo con los abuelos y otros parientes.

Con ella, muchas cosas se ven distintas. Los lugares habituales, vistos con sus ojos y sus preguntas, se vuelven nuevos. Un viaje en colectivo o una visita al zoológico pueden pasar a ser una aventura.

Por supuesto, tampoco es todo color de rosa: también tenemos las peleas cada noche, a la hora de acostarse, cuando en vez de tranquilizarse se pone cada vez más excitada y da vueltas para no irse a dormir. O los disgustos cuando es necesario ponerle un límite, cuando no quiere compartir las cosas, cuando no quiere hacer caso. Ahí tenemos las discusiones, los gritos, los caprichos y los castigos.

Pero como en general es obediente y muy mimosa, enseguida se le pasa y quiere abrazos, pide perdón o dice que nos quiere mucho. Y, como dice siempre mi suegro, ¿cuánto vale eso?

Así cerramos este balance, con tantas cosas imposibles de contabilizar. En este tiempo de materialismo, de apariencias y de consumo, nosotros presentamos un balance lleno de alegría, emociones y experiencias. Y empezamos un nuevo ejercicio, un nuevo plan quinquenal, otro lustro que empieza. Y sin duda será otra aventura maravillosa.

Cierro este brindis invitándolos a participar de esta aventura, a hacer su propio viaje, con nosotros y con sus hijos. Como decíamos cuando éramos (más) chicos: Elige tu propia aventura. Brindemos por la vida, ¡Por una vida llena de aventuras y experiencias para compartir con nuestros hijos!




Palabras para el brindis del cuarto cumpleaños de mi hija


Buenas tardes a todos.

Para muchos de ustedes, es el primer año que vienen al festejo de cumpleaños de Helena. Así que es la primera vez que van a ver esta tradición: cada año, desde que ella nació, escribí unas palabras para el brindis de su cumpleaños.

Es el primer año que vienen los compañeritos del Instituto Educativo Modelo, porque Helenita cerró una etapa y dejó el jardín maternal. Ahora entró en un colegio mucho más grande, y pasó de tener media docena de amiguitos a casi treinta compañeros.

Estamos muy contentos con ese colegio, y vemos muy entusiasmada a Helenita con este mundo nuevo, lleno de actividades y desafíos. Pero eso me hizo pensar en cómo la vemos crecer y madurar este año. Porque muchas veces nos quejamos del trabajo que nos dan los chicos, de cómo no nos dejan tiempo libre, de sus caprichos, de sus arranques y sus gritos… Pero imaginen esto por un momento, como ejercicio: piensen que los llevan a otro país, donde apenas se manejan con el idioma para lo más elemental. Un lugar, además, donde todo el mundo tiene un promedio de 3,5m de altura. Todos los muebles, el transporte, las calles… ¡todo está ajustado a una altura de más del doble de la suya! Lo único que pueden usar con comodidad son los enseres de juguete y las miniaturas. Por no mencionar además que esta gente, aparte de un idioma difícil de aprender, tiene unas costumbres de lo más raras… La mayor parte de las cosas que a ustedes les parecen naturales, acá, de golpe, están mal. Y casi nadie tiene tiempo de ponerse a explicarles esas costumbres o sus motivos… Bueno, como se habrán dado cuenta, ése es el mundo que viven nuestros hijos.

Cuando Helena empezaba a gatear un amigo me dijo una vez: “Carlos, tenés que agacharte y poner los ojos a la altura de los de ella. De esa manera vas a poder encontrar fácilmente qué cosas son peligrosas”. Después lo vi en un capítulo de los Simpson, pero esa es otra historia. Y sí, si ponemos nuestros ojos a su altura, si miramos con mirada de niño, sólo por un rato… todo nuestro mundo cambia. O en realidad… Para mí el mundo es así, como se ve con ojos de niño. Es un lugar terrible, maravilloso, inmenso, mágico. Está lleno de fuerzas y movimientos que nos superan y pueden triturarnos en un instante, y está lleno también de portentos que nos dejan con la boca abierta, sin palabras para explicarlos. No quiero entrar en muchos detalles, pero lo que es una ilusión es lo que nuestra adormecida rutina de adultos nos fue enseñando: que nos manejamos, que controlamos las situaciones, que sabemos movernos y que sabemos qué es importante. Ah, y que sabemos lo que queremos.

Pero en ese ambiente extraño y por momentos amenazante, siempre desafiante y novedoso, nuestros hijos van creciendo. Y este año vimos muchos signos de crecimiento en Helena. Los físicos por un lado: ella se esfuerza en remarcar hasta dónde llega y las cosas que ahora puede hacer porque la altura y el peso se lo permiten. Insiste en apretar los botones del ascensor y las luces; y se enoja si alguien lo hace antes, porque ella puede… Por otro lado, su mente se desarrolla también. Ya maneja el lenguaje (demasiado y demasiado tiempo, para mi gusto), imita mucho mejor a los adultos (tienen que escuchar sus conversaciones telefónicas o verla en la clase con sus muñecos, parece un sketch de la televisión). Tiene memoria, curiosidad y empieza a entender las historias complejas. En lo artístico, sigue desarrollando más lo musical (también imita nuestros ensayos de coro) pero además le interesan las actividades plásticas, como vemos en su carpeta. Y en lo afectivo… ya tiene un esquema muy complejo de emociones, las distingue (aunque no sepa ponerles nombre) y las manifiesta… Es un bichito muy mimoso, que siempre está buscando abrazos y treparse a la gente. Hace las caras más increíbles y los cambios de tema más insólitos para que no la reten, y también los caprichos y berrinches más grandes… pero todavía es obediente.

Creo que ya es suficiente, ya que casi todos ustedes son padres y viven o han vivido cosas muy similares. Pero por otro lado no quería dejar de remarcarlo y compartirlo con ustedes, porque nuestras ilusiones de adultos importantes muchas veces no nos dejan más que momentos muy breves para ir viendo los hitos realmente importantes en la vida de nuestros hijos.

Por eso, ahora quiero invitarlos a brindar por la vida, por una vida compartida con nuestros hijos

Palabras para el brindis del tercer cumpleaños de mi hija



Buenas noches a todos.

Esto ya casi es una tradición, las palabras en el momento del brindis. Ya es el tercer año que hago esto, un ejercicio agradable y que me viene muy bien.

Es un ejercicio de la memoria, para recapitular el año que transcurrió; y un ejercicio de criterio, para ver qué vale la pena compartir con ustedes. Porque podría contar anécdotas y “llenar el espacio” con las pequeñas cosas que tiene el día a día con una nenita de esta edad. O podría descolgarme y aprovechar que tengo su atención para hacer una defensa de Maradona o de Bilardo, temas que sin duda preocupan a más de uno. Por supuesto, no voy a hacer nada de eso.

Voy a hablarles de lo que sé, lo que vivo como padre, lo que pienso y lo que provoca tener una nena de esta edad.

Este año se repite otra tradición, y es que lo disfrutamos más que el anterior. Helena creció mucho más, se mueve con independencia y autonomía, habla y se comunica y ya demuestra todo el tiempo que es una pequeña personita. Reclama atención, hace cosas por sí misma, habla de la gente, pide hablar por teléfono, canta aunque no haya música... También protesta, se encapricha, pide chocolates, comidas y postres. Pero cada tanto nos viene a abrazar y a decirnos que nos quiere mucho, o a pedir un abrazo familiar.

Todas estas cosas van reflejando el paso del tiempo, un tiempo que se nos va cada vez más rápido y que nos transforma cada vez más rápido. Para escribir esto releí las cosas que escribí cuando ella nació, y las de los años pasados, sorprendiéndome por lo lejano que parece eso. Nuestra vida se acelera cada vez más, y la de ella recién está empezando. Ella reclama cada vez más de nuestro tiempo y nosotros, parece que tenemos cada vez menos para darle. Esto nos pasa a nosotros como padres, pero también les pasa a todos ustedes. La mayoría de ustedes vio muy poco a Helena este año: en alguna reunión familiar, en algún cumpleaños... Y es que nos cuesta mucho juntarnos, coordinar un tiempo para pasar juntos. Nadie tiene tiempo para nada.

Y sin embargo, a veces puedo quedarme cinco minutos mirando cómo juega con los muñecos, o viendo cómo arma un rompecabezas con Alejandra, o nos quedamos con los abuelos viendo cómo juega con la prima... Esos momentos los disfruto mucho más que los que dedico a hacer las cosas “importantes”, necesarias o urgentes. Siempre me pregunto por qué esos momentos no son más y no tengo una buena respuesta. Creo que al menos en mi caso, hay mucho de inercia.

Así que los invito a responder con acciones, a romper la inercia, a pasar más tiempo de calidad con nuestros hijos y la gente que queremos.

Una vez más, cierro este brindis invitándolos a vivir bien. Brindemos por la vida, ¡Por la buena vida que vamos a compartir con nuestros hijos!

Palabras para el brindis del segundo cumpleaños de mi hija


Buenas noches a todos.

Una vez más, voy a decir unas palabras en el momento del brindis, para compartir con ustedes algunos pensamientos.

Este año somos muchos menos que al año pasado y es que, aunque todavía veo demasiados adultos, la idea era hacer un cumpleaños para ella. El anterior fue para todos nosotros, pero éste queremos que lo disfrute más ella. Y esto es también porque en este año que pasó, ella creció. El año pasado era una muñequita que no se daba mucha cuenta de nada, pero ahora entiende, participa y elige cosas. En este año que pasó la vimos dejar de ser un bebote y pasar a ser una nenita. Empezó a caminar, después a correr. Ahora habla e identifica un montón de cosas y personas, y canta, y muestra su personalidad a cada rato, y pide música y juegos.

Este año fue más hermoso que el anterior, porque vimos, acompañamos y fuimos parte de este proceso. Este proceso que todavía sigue, que recién empieza, pero ya da sus frutos.

Y esto nos trajo también mucho más trabajo y más responsabilidad. Como ahora entiende más, es más importante que antes mostrarle acciones buenas y coherentes. Por mencionar sólo una cosita que todos los padres hemos pasado, como ahora repite todo lo que decimos, nos vemos más obligados a hablar bien.

También llega el momento de marcar límites, y eso nos obliga a ser equilibrados y a pensar antes de actuar, y a ser coherentes con lo que decimos. Esto, para muchos de nosotros no es ninguna novedad, pero es sorprendente ver lo difícil que es llevarlo adelante todo el tiempo. Y además equilibrar esto con la libertad que necesita para hacer cosas nuevas, para explorar y diferenciarse. Todo se da naturalmente, pero nada se da sin esfuerzo. Los chicos crecen igual, pero esta es la etapa en que todavía podemos influir y no podemos desperdiciar la oportunidad.

Todos vamos a influir, con nuestras acciones y palabras. Por eso se vuelve más importante la conducta ejemplar, como decían cuando éramos chicos, que consiste en ser un ejemplo. Nosotros somos el ejemplo de vida para nuestros hijos, y por eso es tan importante que llevemos una buena vida.

Una vez más, quiero cerrar este brindis invitándolos a vivir bien. Brindemos por la vida, ¡Por la buena vida que le vamos a mostrar a nuestros hijos!



Palabras para el brindis del primer cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Es difícil encontrar algo para decir, para decirles a todos ustedes. En este primer cumpleaños convocamos una verdadera multitud, heterogénea y variada. Tenemos la gente que nos acompañó siempre, y especialmente en este año, pero también tenemos aquellos que hace mucho que no veíamos y que vienen para esta ocasión especial. Hay unos cuantos que vieron a Helena por primera vez hoy, en este día de festejo, bautismo y cumpleaños. Tenemos amigos del secundario, de la Facultad, familiares… Está muy claro que este primer cumpleaños no es para el bebé, sino para todo el resto.

Y por eso, como decía, es difícil decir algo para todos. Algo con sentido, con un significado. Algo que vaya más allá de mover el aire. Todos saben que no me gusta hablar para eso. No quisiera perder tiempo sólo para decirles gracias por venir, eso se da por descontado. Ni voy a caer en la demagogia de preguntarles si estuvo todo bien, cuando lo sé perfectamente.

Aún así, voy a decir algo obvio: cada uno de ustedes está aquí por una razón. Cada invitación fue cuidadosamente pensada, analizada, sopesada e incluso discutida. Ha quedado gente afuera que nos hubiera gustado incluir. Algunos de los que invitamos originalmente no pudieron venir. Pero cada invitación tuvo una razón de ser. Cada uno es una parte de nuestras vidas por algo. Algo habrán hecho…

Y es que cada acción tiene sus consecuencias. Tener un hijo nos hace mucho más conscientes de eso. Encender una luz es proyectar una sombra, y nosotros, en primer término, somos la luz con que miran nuestros hijos. Digo los padres, en primer término, pero inmediatamente vienen los padrinos, como se vio reflejado en el bautismo, en el signo de la luz que pasa del cirio a la vela, en manos de los padrinos. Y por supuesto, los abuelos que también son otro ejemplo de vida y de cariño familiar. En círculos cada vez más amplios, vienen los demás familiares y los amigos.

De todos, nuestros hijos (y nosotros también, pero los niños son más receptivos) reciben ejemplo. Ellos están pendientes. Y cuando todavía no entienden el lenguaje, es peor, porque miran lo que hacemos, no lo que decimos. Esa costumbre tan propia de nuestra sociedad de decir una cosa y hacer otra, no tiene ninguna validez con los chicos. Así que en esta noche y cerrando mi discurso, los invito a vivir bien. No porque nos mira el gran hermano, sino porque nos miran nuestros hijos. Brindo por la vida, ¡por la buena vida que les vamos a mostrar!



Reflotando

Parece mentira, a esta altura del siglo XXI, hace más de diez años de mi última entrada... y aquí estoy, recordando que tengo un blog y reflotándolo.

¿Por qué?

Hace unos días festejamos el cumpleaños de mi hija Helena, el motivo principal de este blog. Cada año, desde su primer cumpleaños, escribí unas palabras para decir en el momento del brindis. Este año también.


Las primeras fueron publicadas en este blog, estábamos todavía en la época en que el blog era un gran medio de comunicación, algo moderno que nos permitía llegar a todo el mundo.

Después llegó Facebook. Entré en esa red social, y me quedé ahí. Me expresé mucho menos, fui (y soy) mucho más espectador. Pero ese pasó a ser el medio de comunicación con los "amigos", todos los conocidos virtuales. Tenían una aplicación para Notas, que resultó el formato más adecuado para ir publicando esos discursos. Y así los publiqué como notas de Facebook, durante varios años.

Por alguna cuestión comercial/industrial que desconozco, FB no tiene más Notas. Se pueden acceder las anteriores, pero ya no se puede agregar notas nuevas. Así que cuando fui a publicar el discurso 13, me encontré con que no podía hacerlo como estaba acostumbrado.

Lo publiqué como un post común en el muro, con una foto. Recibió cantidad de likes y comentarios. Pero... los posts en FB son efímeros. Sé que desaparecerá dentro de un tiempo, se volverá inaccesible; quizás incluso para mí.

Así que rescato este medio de comunicación, para depositar aquí, en retrospectiva, todos esos pequeños discursos Así, al menos, quedan en algún lado del que puedo dar un link, que puedo usar como referencia.

Espero que los disfruten