lunes, 21 de agosto de 2023

Palabras para el brindis del décimoquinto cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Hoy celebramos el cumpleaños número dieciséis de Helena, en un fuerte contraste con el anterior. El de los quince fue en salón, con 150 personas, incluyendo amigos y compañeros de sus dos colegios. Este año volvimos a separar el festejo familiar del que hizo con sus amigas. Creo que es el primer año que lo hacemos en casa de sus abuelos y aunque Alejandra quiso llegar a los cien invitados de nuevo, no lo logró.

Tengo que admitir que hice el discurso a último momento, y empecé con pocas ganas. Yo ya quería dejar la tradición cerrada en el quince, era un buen número y un buen cierre. Pero me llegaron los pedidos de la audiencia fiel que cada año espera estas palabras, y cedí a la tradición. Como cada año, leí primero los anteriores, aunque esta vez me limité a los últimos, de los 10 años hasta ahora. Y a medida que iba leyendo, como siempre me pasa, me fui entusiasmando de nuevo con este espacio de encuentro, donde comparto con ustedes algunas vivencias y algunas emociones.

Este año, como cuando cumplió diez, estuvo marcado por el viaje que hicimos a Europa por las vacaciones de invierno, para festejar el cumpleaños de Helena en un lugar lejano una vez más, pero cerca de otra rama de la familia. El evento empezó en Berlín, en el departamento donde están viviendo mis cuñados Javier y Natalia con sus hijos y donde nos alojamos unos días. Ahí pudimos escuchar a las 6 de la mañana cómo Naty se levantaba para preparar la torta (sí, tengo el sueño liviano) y poner decoraciones para que Helena tuviera un desayuno de cumpleaños espectacular, con pancakes, huevos revueltos que yo preparé, alfajorcitos de maicena, croissants, waffles y fruta… Además del cariño de tíos y primos. Después, ella eligió la actividad del día y fue Legoland, a donde fuimos llevando a Antonella. A la noche completamos el festejo con pastas en un restaurante italiano.

Antes de Berlín, estuvimos en Atenas, también con Javier, Naty y los chicos, aunque comprobamos que nadie tenía el mismo entusiasmo que yo por ver ruinas de miles de años con un sol impresionante y 40 grados de temperatura… Nos acompañaron también a Poros, una isla cercana donde estuvimos disfrutando de la playa. De ahí fuimos a Praga solos, y en tren a Berlín, para terminar en Londres.

Tenía mis preocupaciones respecto del viaje, porque discutir con Alejandra es el hobby al que Helena le dedica más tiempo últimamente. Es casi obligatorio por la edad, pero no deja de ser molesto para los espectadores, y yo tengo casi siempre primera fila. Además, en Grecia y Praga estábamos los tres en el mismo cuarto, y en todos lados tuvimos un solo baño para los tres, que también es un problema con una hija adolescente. Pero contra lo que había anticipado, Helena fue una buena compañera de viaje, con gran actitud, soportando bien el exigente itinerario que yo preparé, colaborando bastante y protestando poco… Una vez más, la vimos desenvolverse bien en el extranjero donde ahora, por la edad, pudo hacer más cosa sola. Se maneja con el inglés y sigue llevándose bien con la gente y las situaciones nuevas.

Aparte del viaje, durante el año le está yendo bien en el colegio, vemos que lo encara con bastante responsabilidad y le dedica tiempo. Dejó atletismo este mes, pero sigue con acrobacia en telas y con el taller de teatro, que se puso más exigente este año.

No tengo mucho más para decir, o mejor dicho, sí tengo pero no es tan importante. Como mencioné en años anteriores, cada vez más los sucesos importantes en nuestras vidas los aporta Helena, al igual que la luz y la alegría. Ahora que mi trabajo y la vida del país se ponen cada vez más oscuros, cada vez me enfoco más en mi familia y sobre todo, en mi hija.

Para cerrar, entonces, este año los invito a brindar por la luz, la buena crianza y el amor familiar. ¡Brindemos por la vida, por una vida llena de amor para nosotros y nuestros hijos!

 

domingo, 21 de agosto de 2022

Palabras para el brindis del décimoquinto cumpleaños de mi hija


Buenas noches a todos.

Hoy festejamos el cumpleaños número quince de Helena, y para celebrarlo de nuevo en presencialidad, es su cumpleaños con más concurrencia. Es el primer año en que hay más chicos invitados por ella que adultos invitados por nosotros. Igual insisto en esta tradición de decir unas palabras en el momento del brindis y la torta: después de dos años sin tener el público en vivo, no iba a privarme de eso…


Como dije a los cinco y a los diez, cerramos otro quinquenio. Pero el cumpleaños de 15, para las chicas, es especial en nuestra cultura. Y fue especial para Helena: a pesar de mi insistencia en que no hiciéramos fiesta y nos fuéramos de viaje, ella tenía claro que quería su fiesta, su entrada y vestido de princesa.

Este festejo nos marcó casi todo el año, desde que empezamos a buscar el salón hasta hoy, pasando por la organización, trajes y vestidos, shows, baile y coreografías, cotillón e infinidad de detalles. Quedó poco espacio para otras cosas, no nos fuimos de vacaciones en invierno y las actividades extra de Helena, como el inglés, el taller de telas y el atletismo también se vieron perjudicadas, sobre todo el último mes.

Y es que, además de todo lo relacionado al festejo, nuestra hijita tiene que atravesar muchos cambios ahora. Como bien dijo su padrino, empieza la transición de la niña que fue (y que siempre seguirá siendo, para mí) a la mujer que será. Eso implica tomar un montón de responsabilidades y decisiones, y también empezar a hacerse cargo de las consecuencias de esas decisiones. Como recordé cuando fue su primer cumpleaños, encender una luz es proyectar una sombra y ahora Helena tiene su propia luz.

Efectivamente, para nosotros como padres, ella es cada vez más la que aporta luz en nuestras vidas. La situación del mundo es mala, la del país, mucho peor; nuestros trabajos son burbujas que por el momento se mantienen (y nos mantienen) y en las que nos distraemos en una rutina diaria, pero también en eso nos absorben una cantidad exagerada de tiempo. Aunque tengo algunas actividades artísticas todavía, este año fue bastante decepcionante en ese sentido: la disolución del coro donde estuvimos por diez años nos dejó con un espacio vacante.

Por eso, como decía, la luz nos viene sobre todo de las vivencias compartidas con Helena, pero también ella tiene cada vez menos tiempo. Ahora está en un colegio exigente, y nosotros somos insistentes en que se dedique a cumplir con eso, algo que por otra parte ella ya internalizó e hizo propio. Asiste a sus otras actividades, y disfruta con sus grupos de amigos, todos representados acá. Ya no es tan fácil que podamos jugar juegos de mesa, apenas si vemos series juntos un rato, mientras comemos y después de que nos cuenta qué le pasó en el colegio…

Y hablando de luz y claridad, está claro que estamos orgullosos de todo lo que hace, aplaudimos sus logros y sus avances, sus esfuerzos y su crecimiento… pero sobre todo celebramos sus sentimientos, las razones por las que hace las cosas y las intenciones que pone en cada gesto, cada palabra, cada amistad nueva.

Es hermoso ver cómo quince años de esfuerzos por criarla la encaminan para ser una buena persona y, aunque siga teniendo sus caprichos, sus arranques y sus encontronazos con nosotros, el amor de nuestra familia continúa marcándonos el rumbo.


Para cerrar, entonces, este año los invito a brindar por la evolución, la crianza y el amor. ¡Brindemos por la vida, por una vida llena de amor para nosotros y nuestros hijos!


domingo, 8 de agosto de 2021

PALABRAS PARA EL BRINDIS EN EL DECIMOCUARTO CUMPLEAÑOS DE MI HIJA

 

Buenas tardes a todos.

Hoy festejamos el cumpleaños número catorce de Helena, y aunque el festejo cambió, insisto en mantener la tradición de decir unas palabras en el momento de la torta.

El festejo ya cambió el año pasado, en que dejamos de hacer la fiesta presencial y tuvimos que organizar un zoompleaños por las restricciones derivadas de la pandemia, y cambió de nuevo esta vez, para tener una reunión más reducida con sus compañeros, dejando para otro día la reunión familiar.

Este cambio también acompaña el cambio de etapa y de colegio de Helena, que terminó la primaria con un año casi completo de clases virtuales e ingresó ahora al secundario, con una presencialidad a los saltos.

Además cambió el colegio; ella no quiso seguir en la escuela donde hizo toda la primaria y donde todos (alumnos, padres, maestros y personal no docente) la conocían y prefirió pasar a otro lugar, más exigente en lo académico y, sobre todo, distinto. Se preparó para el examen y logró entrar al que elegimos, el Pío IX. Un establecimiento de los salesianos, congregación muy dedicada a la educación y a la juventud, donde esperamos que pueda desarrollarse bien, incluso en esta normalidad extraña.

Para ir a su nuevo colegio tuvo que aprender rápidamente (¡en dos semanas!) a moverse sola en colectivo, aunque sea para ese trayecto limitado, pero es que hasta el año pasado casi ni cruzaba la calle sola. La acompañamos los primeros días en el 26, y pronto memorizó el recorrido y las paradas; ahora se maneja bastante bien y se anima a salir más, sola o con compañeros.

Parece que se adaptó bien, al menos, viendo los informes de los profesores. También se pudo conectar con un grupo nuevo, con el que hicieron varias salidas.

Todo esto nos ha dado mucho orgullo por los logros y la independencia que consigue, y también mucho miedo. El miedo, que es lo que más ha marcado las experiencias de la Argentina desde que se declaró la pandemia y empezaron las medidas de aislamiento. Tenemos miedo de que se contagie, de que la asalten o la roben, de que la pise un auto, de que tome frío y se enferme o de que le caiga un meteorito. Los padres siempre tenemos miedo, y no vamos a ser la excepción.

Pero particularmente en esta época, no podemos dejarnos aconsejar por el temor, justamente porque ha sido lo predominante en los últimos tiempos, y porque es lo que menos necesitan los chicos ahora. Ya hay bastante miedo en circulación, y ellos están asomándose a la vida, empezando a tener experiencias por su cuenta, saliendo un poco del círculo de su familia… aunque nos preocupe, nos choque o nos moleste, es algo natural y necesario. Superar el miedo es imprescindible para poder explorar y conocer el mundo, este mundo inmenso que ahora se mostró frágil y se dio vuelta, y pasó a ser nuevo tanto para los adolescentes como para los mayores.

Por supuesto, superar el miedo tampoco quiere decir dejar de lado la precaución ni el pensamiento. Es más necesario que nunca pensar, analizar, evaluar y entender antes de actuar. Son tiempos de desinformación también y hay que tomar con cuidado cada mensaje que nos llega. Como siempre, la inteligencia, la paciencia y la conciencia serán nuestras mejores consejeras.

Para cerrar, entonces, este año los invito a brindar por la resiliencia, la adaptación, la exploración, el crecimiento y los descubrimientos de nuestros hijos. ¡Brindemos por la vida, por una vida sin miedo para nosotros y nuestros hijos!

viernes, 31 de julio de 2020

Palabras para el brindis del décimo tercer cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Llegamos a los trece cumpleaños, y este año la tradición continúa pero cambia. Este 2020 que pasa por arriba de todas las tradiciones, virus y miedo mediante, también cambia la nuestra: no estoy reunido con un montón de gente con copas en mano, para brindar por el cumpleaños de Helena. ¿Podemos atribuirlo a la mala suerte que se asocia tradicionalmente al trece?

Estuve leyendo un poco, para ver de dónde sale la asociación supersticiosa. Encontré algunos que pretenden remontarlo al Código de Hamurabi, uno de los códigos legales más antiguos que ha llegado hasta nosotros, escrito 1750 años antes de Cristo. Hay gente que pretende que las leyes numeradas allí se salteaban la 13, atribuyéndolo a un error de copia. Aunque divertida, esta versión parece totalmente apócrifa, no encontré ninguna fuente seria que mencione eso. La tradición más común en nuestra cultura lo asocia con la cantidad de comensales en la Última Cena, con doce apóstoles y su Maestro, que además habría sido crucificado un viernes 13. Probablemente esta también sea apócrifa, pero reflejando la que sospecho es la razón en el fondo de todo esto: como dije el año pasado, el 12 tiene muchos factores y se puede dividir de varias maneras, tener doce de algo es una suerte y tener 13… pasa a ser mala suerte. Varias culturas consideraban que el 12 era un número perfecto, y el trece es el que tiene un elemento más, y estropea esa perfección. Gráficamente, imaginen cortar una pizza en 12 porciones, ¡fácil!. Pero en 13...

Para nuestra colonizada cultura spanglish, el cumpleaños trece significa que nuestra hija ahora es oficialmente una teenager, ya que thirteen, trece en inglés, es el primer número que termina en -teen, que es lo que da origen a esa palabreja, reemplazando al cariñoso e hispánico “edad del pavo”.

Por eso, tuvimos que constatar en esta cuarentena que nuestra hija está impaciente por ingresar a la adolescencia. Ahora puede ver las cosas de Netflix para mayores de 13, y ejercitar su humor y caprichos adolescentes con nosotros como audiencia casi exclusiva.

Por supuesto, no es lo único ni lo más importante. En otros años hablé de cómo pasamos las vacaciones de invierno, este año toca comentar cómo pasamos la cuarentena, en una pequeña familia de tres. Y en este aislamiento, hay que reconocer que Helena se desempeña muy bien, casi siempre con buen humor y ayudando bastante.

Tiene sus tareas del colegio y la preparación del ingreso al próximo; estamos intentando que ingrese al Pío IX el año que viene y eso requiere una preparación que su colegio actual no le daría, ni siquiera si estuviera funcionando con normalidad. Las tareas del colegio están presentes, sobre todo en las materias especiales; dibujo y educación física se unieron en una iniciativa llamada “fisicarte” que requirió la preparación de muchos materiales y videos. Pero también ayuda en la casa, con un conjunto de tareas que ya le son propias, como colgar y descolgar la ropa, o ayudar los sábados en la limpieza de las hornallas y los escritorios. En general se tomó bien el aislamiento, los contactos sociales virtuales y la mayor cuota de independencia y responsabilidad, ya que nosotros estamos trabajando más horas que antes y ella queda “sola” buena parte del día; aunque estemos en el escritorio, frecuentemente uno u otro está en reunión o concentrado en algo y no es fácil interrumpirnos.

No la dejamos ir a hacer las compras, salimos a pasear por el parque cuando podemos. Por suerte el parque de enfrente de casa estuvo siempre abierto y es bastante grande como para circular sin estar demasiado cerca de grupos de gente.

Es casi inevitable pensar en lo que se perdió Helena este año, que es su séptimo grado: disfrutar un año lectivo con una preparación importante para terminar la primaria, el viaje de egresados, contactos distintos con sus compañeros. Continuar con el taller de teatro y el de acrobacia. Teníamos pensado que empezara a moverse en colectivo y subte, para aprender a manejarse en la ciudad. Todo esto cambió, ya no podrá ser como lo habíamos pensado.

Hasta el festejo de cumpleaños cambió, y tuvimos que probar una alternativa distinta, de gente que también supo cambiar en respuesta a las condiciones: el zoompleaños con animación y dirección a distancia. Como las clases en aula virtual, pero para divertirse y pasar un buen rato juntos.

Hay una gran incertidumbre sobre cómo será la vuelta a la normalidad, o a la nueva normalidad, como quieren bautizarla algunos. No sabemos ni siquiera si la burbuja de nuestro trabajo, que hasta ahora viene funcionando bastante bien, seguirá igual. No sabemos cómo continuará la escolaridad.

En medio de toda esta incertidumbre, sólo podemos confiar en lo que descubrimos sobre nosotros, sobre nuestro poder de adaptación, sobre nuestra resistencia. Y cómo todo esto nos hace crecer, incluso a los que estamos grandecitos, pero sobre todo a los que son como Helena, con un mundo por descubrir, aunque ese mundo ahora cambie.

Para cerrar, entonces, este año los invito a brindar por la resistencia (en todos sus sentidos), la adaptación, el crecimiento y los descubrimientos de nuestros hijos. ¡Brindemos por la vida, por una vida llena de descubrimientos, para nosotros y nuestros hijos!



Palabras para el brindis del décimo segundo cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Llegamos a la docena. Sigo la tradición y ya son 12 las veces he tomado el micrófono para hablar en el momento del brindis. El año pasado teníamos el 11, un número primo; este año, el 12 con cantidad de divisores enteros, lo que lo hace favorito de comerciantes y base adecuada de numeración para algunas civilizaciones antiguas.

Y hablando de civilizaciones antiguas, en muchas de ellas hay ritos de pasaje a la edad adulta en los 12 años. En realidad, desde los 11 se desarrollan ritos de pasaje, cosa que se entiende considerando el estilo de vida antiguo, tan lejos de la actual adolescencia que no termina hasta la jubilación…

Nosotros no hemos hecho ritos, pero hay un par de cosas… por ejemplo, disfrutó mucho de las primeras veces en que la dejamos ir en el asiento de adelante del auto, y del permiso para ver películas o leer libros que antes no le autorizamos.

Seguimos con la costumbre de celebrar su cumpleaños lejos, esta vez en una playa de Brasil. Ahí disfrutó mucho del mar y la pileta, descansamos bastante y pudimos jugar algunos juegos de mesa. Disfrutamos de ver a Helena en un ambiente nuevo, en un lugar donde ella maneja el idioma mejor que nosotros. Eso es una sensación totalmente nueva.

Este año, Helena tomó la primera comunión, lo que me llevó durante un año a acompañarla en catequesis familiar, otra oportunidad de verla crecer y desarrollarse en un ámbito distinto.

Por otro lado, repasando los discursos de años anteriores, veo que desde los 9 de Helena, vengo quejándome de golpes, y este es el primer cumpleaños en que su abuela Susana no está con nosotros. Es también la muerte más cercana que le tocó hasta ahora a nuestra hija, y es imposible no recordar la relación que tuvieron: tan particular como era mi madre, puso en sus nietos todo el cariño que nunca pudo expresarnos a sus hijos. La recordamos especialmente cuando tuvimos que gestionar, por primera vez, el adorno de la torta que ella cada año traía. Y nos acordamos de las veces que cuidaba a Helena, o jugaba o veía películas con ella.

Pero la vida sigue, y ésa no fue la única razón por la que este es un año difícil. Nuestro trabajo, que fue una burbuja en muchos sentidos durante unos cuantos años, está cambiando violentamente; algo que se veía venir pero igual es un choque.

Sin embargo, ese choque representa también una oportunidad de pensar las cosas de nuevo, de re-dimensionar, de volver a analizar qué es lo realmente importante. Y lo importante para nosotros sigue siendo lo que nos convoca, la razón de esta reunión y festejo: nuestra hija. Cada vez más, nuestros motivos de alegría vienen de ella. Y por eso seguimos festejando: sigue yendo muy bien en el colegio, está bien de salud. Empezamos el proceso para elegir su colegio secundario. Sigue creciendo y madurando, y nos llena de orgullo.
Cada vez más, es una compañera en la familia. Habla muchas veces como adulta, opina y participa de las decisiones. Aunque todavía es bastante difícil explicarle cómo funciona el mundo, ya que notamos que la mayoría de sus experiencias “de vida” son a través de una pantalla, temo que lo mismo pasa con la mayoría de su generación: como dicen por ahí, “hashtag: #malditosmilennials”.

Esto nos hace ver que, aunque ahora estudia casi sola los temas del colegio, seguimos siendo necesarios para muchos aspectos de su vida, algo que sigue tirando de nosotros hacia adelante. Espero ver en el próximo año que logre cruzar calles sola, y viajar en colectivo y subte, así va conociendo nuestra ciudad de otra manera. Que aprenda a moverse en la calle, entre la gente, en este mundo muchas veces hostil pero otras tantas maravilloso que nos rodea. Que lo descubra, que lo siga viendo con ojos de niña que se convertirá en mujer, que lo saboree.

Para cerrar, entonces, este año los invito a brindar por el crecimiento y los descubrimientos de nuestros hijos. ¡Brindemos por la vida, por una vida llena de descubrimientos, para nosotros y nuestros hijos!





Palabras para el brindis del undécimo cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Este es el undécimo brindis que hacemos por el cumpleaños de Helena. Undécimo u onceavo o incluso onceno, que el once es un número primo y de ordinal irregular. Pero continúa la costumbre de hacer un pequeño discurso en este momento y compartir unas frases con ustedes.

Este fue un año difícil, signado por problemas de mi familia y de nuestro trabajo. Pero no voy a detenerme en eso, sino recordar que por tercera vez, hemos hecho un viaje maravilloso para las vacaciones de invierno. Maravillosos porque fuimos a ver otra maravilla. Hace dos años visitamos las cataratas del Iguazú, el año pasado fuimos a Europa y este año, a ver el Valle de la Luna y el parque de Talampaya, impresionantes paisajes naturales que hace años que quería conocer. Y el viaje fue otra oportunidad de pasar tiempo juntos, vivir experiencias nuevas y ver cómo se desenvuelve Helena. Ahora que tiene más de diez años, esto es más interesante, porque empieza a ser una compañera de viaje con otro nivel de participación.

Y es bueno ver que, aunque pase todo su tiempo libre mirando tonterías en Youtube, sigue teniendo habilidad para conectarse con la gente, aunque sean extraños, y aportar su luz en nuestras vidas.

Este año, además del colegio, donde se desenvuelve más por su cuenta y tiene algo menos de apoyo y supervisión de nuestra parte, empezó un taller de teatro que disfruta mucho, empezamos una catequesis familiar en la que trato de acompañarla en el descubrimiento de la Fe católica y forma parte por tercer año de la Banda musical del colegio.

Pero los once años son una edad difícil (como todas). Ya está dejando de ser una niña para entrar de lleno en la etapa de pre-adolescencia. Y eso trae preguntas e inquietudes, de su parte y de la nuestra. Muchas de esas preguntas se hacen y se responden con las compañeras del colegio, y eso ahora es un problema, ya que todo tipo de información está al alcance de todas, pero no la capacidad de filtrarla, entenderla o evaluarla. Por suerte, parece que Helena entiende la importancia de asegurarse con nosotros de lo correcto o apropiado de las cosas que ve o escucha, pero quién sabe por cuánto tiempo seguirá así… Nosotros aportamos libros y experiencia, pero el colegio se mantiene alejado del tema y es difícil competir con Youtube y otras manifestaciones de Internet.

Mientras tanto, día a día sigue creciendo, aunque yo la vea tan pequeña. Pero me encanta jugar con ella, o llevarla a lugares nuevos o a conocer gente nueva. Me gusta verla en las reuniones familiares, jugando con sus primas y marcando cada una su diferente personalidad. Me gusta llevarla a catequesis o a teatro y ver su actividad ahí. Y me gusta que todavía mantengamos la costumbre de leer un poco a la noche, aunque muchos de los libros que elijo le resulten aburridos.

Apartándonos de las dificultades de mi actividad laboral, de la rutina de mantener la casa y de nuestra escasa actividad social, cada vez más la luz y la alegría vienen de la mano de nuestra hija. Y creo que esto es lo que quería compartir con ustedes. Por eso, para cerrar, los invito una vez más a brindar por la vida, por la luz y la alegría que traen nuestros hijos.



Palabras para el brindis del décimo cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Por décima vez, tomo la palabra en el momento del brindis, continuando esta costumbre que empezó en el primer cumpleaños de Helena. Diez veces hemos levantado nuestras copas para brindar, diez años han pasado y la tiranía del sistema decimal de numeración nos condena a considerarlo más importante y digno de remarcar que el noveno o el decimotercero.

Hace cinco años, esbozaba un pequeño balance aprovechando el lustro finalizado e iniciando un nuevo plan quinquenal. Ahora que terminó un decenio, se impone otro balance, y memoria. Memoria, quien fuera Mnemosine, madre de las 9 musas (que junto con ella, componen otra mágica decena). Memoria que es también uno de los cuervos de Odín, que recorrían el mundo para llevarle luego las noticias, en una época en la que nadie soñaba con la prensa, la Internet o el poder de los medios. Pero me refería a otra memoria, la memoria que acompaña al balance y se compone de un registro de sucesos.

Porque es inevitable en cada cumpleaños recordar lo ocurrido durante el año que pasó, y los hitos de los años anteriores. Además de los números apareados a nuestros diez dedos, gozamos también de los ciclos de estaciones y la revolución solar, que nos dan la ilusión del eterno retorno en espiral, de que las cosas son cíclicas y que un año representa un ciclo de algo, que así como cada año repite su ronda de meses, cosas similares pasan en fechas similares. Siempre similares, pero nunca iguales, porque nada queda igual frente al paso del tiempo. Similares pero nunca iguales… como estos discursos.

Discursos similares en la evocación, así que cumpliré en evocar este año, que fue rápido y muy variado. Un año que estuvo marcado por nuestro viaje a Europa, por varios motivos: el principal, que nos pasamos casi la mitad del año armándolo, planificándolo, organizando y reservando cosas… Y ahora nos pasaremos el resto del año recuperándonos, volviendo a acomodarnos a nuestra rutina, recordando y procesando las vivencias. El viaje fue muy interesante, porque conocimos muchos lugares, pero sobre todo vivimos muchas cosas juntos. Hace mucho que no estábamos tanto tiempo los tres juntos: fueron tres semanas de estar todo el día, todos los días, los tres juntos; desarrollando distintas actividades, jugando distintos roles pero siempre los tres. Por favor, ahórrenme darles una valoración, pero sin duda fue novedoso e interesante.

Entre las cosas interesantes está el haber podido observar durante todo ese tiempo, en qué se está convirtiendo la bebé de hace diez años y la nenita de hace cinco. Pude ver a Helena “en acción”, frente a un montón de experiencias nuevas, lugares nuevos, situaciones, personas y hasta lenguajes diferentes. A veces resolviendo cosas, haciendo sugerencias, pedidos, disfrutando novedades, jugando y experimentando, conociendo y tratando de armar todo. Esto fue lo más fascinante del viaje, incluso más que el monumental (literalmente) David de Miguel Angel, la clásica Tour Eiffel, las insólitas composiciones de Gaudí o los pintorescos canales venecianos. Porque acompañar un hijo que crece es como la aventura más grande, el juego más maravilloso del mundo. Nadie nos explicó las reglas, no sabemos qué se puede mover ni cuáles son los puntajes, no tenemos toda la información a la vista, ni sabemos qué hacen los demás jugadores… Sólo podemos arrimar un par de piezas, decir un par de frases de vez en cuando (¿será ese nuestro turno?), mostrar alguna cosa y mover un poquito… y vemos los efectos mucho más tarde, cuando ni sabemos cómo se llegó a esa posición. Pero en juegos como éste, el resultado siempre nos llena de orgullo y de disfrute, porque ver cómo un hijo puede desenvolverse en el mundo de una manera diferente a las nuestras, nos da la ilusión de que esos movimientos torpes que intentamos desde hace años, llevan a eso.

Efectivamente, el orgullo debe ser el principal pecado de los padres, y somos culpables. Estamos orgullosos de Helena, de cómo atravesó estos diez años, de sus logros e incluso de sus fracasos. Orgullosos de cómo le va en el colegio, de sus responsabilidades y sus actividades; de su desempeño en la banda de música y en el taller de patín pero sobre todo, de que siga siendo cariñosa y sensible. De que siga eligiendo ser una buena persona en este mundo que está tratando de descubrir.

Y en esto también ustedes tienen algo que ver; también ustedes movieron algo en ese tablero, dijeron algo o le mostraron algo. Así que también parte de la recompensa es suya.

Para cerrar, entonces, los invito una vez más a brindar por la vida, por las oportunidades de ver crecer a nuestros hijos y ocupar su lugar en el mundo.