viernes, 31 de julio de 2020

Palabras para el brindis del octavo cumpleaños de mi hija

Buenas tardes a todos.

Una vez más tomo la palabra en el momento del brindis, continuando esta tradición que ya lleva ¿cuántos años? Ocho, igual que Helena.

Y con el correr de los años –y de los medios de comunicación- las palabras del brindis que eran para los amigos y familiares presentes, se han ido ampliando. Ahora, además de ustedes que levantan la copa aquí y ahora, hay otra audiencia “en diferido” que lo lee por Facebook, en otro momento, en otra situación. Y hay otra audiencia, más diferida todavía: yo mismo, que cada año leo las palabras de años anteriores para preparar esto.

Así, se fue convirtiendo casi en un editorial o un artículo. Y un editorial tiene que tener un tema. Este año, el tema ya vino anunciado por la canción que elegimos para que entre Helena: ‘Libre soy’, la versión latinoamericana del tema de la película Frozen. Esta versión para mí es mucho más potente que la original, a pesar de Violetta y de rimas y orden de palabras forzados. Fíjense que el estribillo original dice “Let it go”, refiriéndose a las cosas reprimidas que uno tiene adentro y que hay que dejar salir. Pero en castellano, es mucho más amplio, más abstracto y más poderoso: “Libre soy”. No sólo de nuestras represiones y de los mensajes bienintencionados pero negativos de nuestros mayores, sino LIBRES. Libres para tomar nuestras decisiones y ser nosotros mismos.

Sonaría grandiosos, sino fuera porque la libertad está devaluada. Se transformó en slogan. En nuestra sociedad, nos creemos super-libres y en realidad somos menos libres de lo que proclamamos.

Sin embargo, por otro lado, tenemos muchísima libertad que no ejercitamos: libertad para pensar lo que queramos, para explorar ideas, para crear...

Esto me lo hizo ver un curso que tomé este año, por un proyecto laboral y por interés personal: un curso de diseño de juegos. Una de las cosas que vimos fue cómo analizar un juego en términos de cinco libertades o grados de libertad: cómo habilita, facilita o implementa la libertad de explorar, de equivocarse, de identidad, de manejar tiempos y de divertirse. Y estas libertades tan sencillas, tan pequeñas pero tan amplias, las tenemos. Pero no las usamos.

Volviendo al tema principal, ¿qué tiene que ver esto con Helena? Bueno, la estoy viendo desarrollar y probar sus libertades. En el colegio, en casa, con nosotros, con amigos, con desconocidos… En todos lados, va haciendo distintas cosas, viendo qué pasa, hasta dónde la dejan, dónde termina su libertad… Va experimentando con el mundo, jugando, probando y revisando. Lo que deberíamos hacer todos, pero los chicos tienen más permitido (o eso creemos). Y pregunta, discute y aprende, elabora teorías y las consulta o las prueba.

Por muchas de esas cosas estamos orgullosos de ella. También inspiran temor, porque hablamos de la libertad para equivocarse, pero eso implica también asumir las consecuencias de los errores. Y a ningún padre le gusta ver equivocarse a sus hijos. Yo sé que es fundamental, tengo toda la teoría, pero cada vez que se cae con los patines o hace mal una tarea, tiembla la casa… Por otro lado, sí, queremos darle libertad para elegir. Pero cuando elige ver por décima vez un capítulo de los Ositos Cariñosos, aparecen los mecanismos de censura y represión. También tiene que aprender que la libertad de uno termina donde empieza la de los demás, ¿no?

Y así vamos buscando un equilibrio, en el juego de libertades, voluntades y posibilidades. Así vamos creciendo con ella.

Por eso, para cerrar, este año los invito a brindar por la libertad. ¡Por una vida libre y plena, para nosotros y nuestros hijos!




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