viernes, 31 de julio de 2020

Palabras para el brindis del décimo tercer cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Llegamos a los trece cumpleaños, y este año la tradición continúa pero cambia. Este 2020 que pasa por arriba de todas las tradiciones, virus y miedo mediante, también cambia la nuestra: no estoy reunido con un montón de gente con copas en mano, para brindar por el cumpleaños de Helena. ¿Podemos atribuirlo a la mala suerte que se asocia tradicionalmente al trece?

Estuve leyendo un poco, para ver de dónde sale la asociación supersticiosa. Encontré algunos que pretenden remontarlo al Código de Hamurabi, uno de los códigos legales más antiguos que ha llegado hasta nosotros, escrito 1750 años antes de Cristo. Hay gente que pretende que las leyes numeradas allí se salteaban la 13, atribuyéndolo a un error de copia. Aunque divertida, esta versión parece totalmente apócrifa, no encontré ninguna fuente seria que mencione eso. La tradición más común en nuestra cultura lo asocia con la cantidad de comensales en la Última Cena, con doce apóstoles y su Maestro, que además habría sido crucificado un viernes 13. Probablemente esta también sea apócrifa, pero reflejando la que sospecho es la razón en el fondo de todo esto: como dije el año pasado, el 12 tiene muchos factores y se puede dividir de varias maneras, tener doce de algo es una suerte y tener 13… pasa a ser mala suerte. Varias culturas consideraban que el 12 era un número perfecto, y el trece es el que tiene un elemento más, y estropea esa perfección. Gráficamente, imaginen cortar una pizza en 12 porciones, ¡fácil!. Pero en 13...

Para nuestra colonizada cultura spanglish, el cumpleaños trece significa que nuestra hija ahora es oficialmente una teenager, ya que thirteen, trece en inglés, es el primer número que termina en -teen, que es lo que da origen a esa palabreja, reemplazando al cariñoso e hispánico “edad del pavo”.

Por eso, tuvimos que constatar en esta cuarentena que nuestra hija está impaciente por ingresar a la adolescencia. Ahora puede ver las cosas de Netflix para mayores de 13, y ejercitar su humor y caprichos adolescentes con nosotros como audiencia casi exclusiva.

Por supuesto, no es lo único ni lo más importante. En otros años hablé de cómo pasamos las vacaciones de invierno, este año toca comentar cómo pasamos la cuarentena, en una pequeña familia de tres. Y en este aislamiento, hay que reconocer que Helena se desempeña muy bien, casi siempre con buen humor y ayudando bastante.

Tiene sus tareas del colegio y la preparación del ingreso al próximo; estamos intentando que ingrese al Pío IX el año que viene y eso requiere una preparación que su colegio actual no le daría, ni siquiera si estuviera funcionando con normalidad. Las tareas del colegio están presentes, sobre todo en las materias especiales; dibujo y educación física se unieron en una iniciativa llamada “fisicarte” que requirió la preparación de muchos materiales y videos. Pero también ayuda en la casa, con un conjunto de tareas que ya le son propias, como colgar y descolgar la ropa, o ayudar los sábados en la limpieza de las hornallas y los escritorios. En general se tomó bien el aislamiento, los contactos sociales virtuales y la mayor cuota de independencia y responsabilidad, ya que nosotros estamos trabajando más horas que antes y ella queda “sola” buena parte del día; aunque estemos en el escritorio, frecuentemente uno u otro está en reunión o concentrado en algo y no es fácil interrumpirnos.

No la dejamos ir a hacer las compras, salimos a pasear por el parque cuando podemos. Por suerte el parque de enfrente de casa estuvo siempre abierto y es bastante grande como para circular sin estar demasiado cerca de grupos de gente.

Es casi inevitable pensar en lo que se perdió Helena este año, que es su séptimo grado: disfrutar un año lectivo con una preparación importante para terminar la primaria, el viaje de egresados, contactos distintos con sus compañeros. Continuar con el taller de teatro y el de acrobacia. Teníamos pensado que empezara a moverse en colectivo y subte, para aprender a manejarse en la ciudad. Todo esto cambió, ya no podrá ser como lo habíamos pensado.

Hasta el festejo de cumpleaños cambió, y tuvimos que probar una alternativa distinta, de gente que también supo cambiar en respuesta a las condiciones: el zoompleaños con animación y dirección a distancia. Como las clases en aula virtual, pero para divertirse y pasar un buen rato juntos.

Hay una gran incertidumbre sobre cómo será la vuelta a la normalidad, o a la nueva normalidad, como quieren bautizarla algunos. No sabemos ni siquiera si la burbuja de nuestro trabajo, que hasta ahora viene funcionando bastante bien, seguirá igual. No sabemos cómo continuará la escolaridad.

En medio de toda esta incertidumbre, sólo podemos confiar en lo que descubrimos sobre nosotros, sobre nuestro poder de adaptación, sobre nuestra resistencia. Y cómo todo esto nos hace crecer, incluso a los que estamos grandecitos, pero sobre todo a los que son como Helena, con un mundo por descubrir, aunque ese mundo ahora cambie.

Para cerrar, entonces, este año los invito a brindar por la resistencia (en todos sus sentidos), la adaptación, el crecimiento y los descubrimientos de nuestros hijos. ¡Brindemos por la vida, por una vida llena de descubrimientos, para nosotros y nuestros hijos!



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