viernes, 31 de julio de 2020

Palabras para el brindis del décimo cumpleaños de mi hija

Buenas noches a todos.

Por décima vez, tomo la palabra en el momento del brindis, continuando esta costumbre que empezó en el primer cumpleaños de Helena. Diez veces hemos levantado nuestras copas para brindar, diez años han pasado y la tiranía del sistema decimal de numeración nos condena a considerarlo más importante y digno de remarcar que el noveno o el decimotercero.

Hace cinco años, esbozaba un pequeño balance aprovechando el lustro finalizado e iniciando un nuevo plan quinquenal. Ahora que terminó un decenio, se impone otro balance, y memoria. Memoria, quien fuera Mnemosine, madre de las 9 musas (que junto con ella, componen otra mágica decena). Memoria que es también uno de los cuervos de Odín, que recorrían el mundo para llevarle luego las noticias, en una época en la que nadie soñaba con la prensa, la Internet o el poder de los medios. Pero me refería a otra memoria, la memoria que acompaña al balance y se compone de un registro de sucesos.

Porque es inevitable en cada cumpleaños recordar lo ocurrido durante el año que pasó, y los hitos de los años anteriores. Además de los números apareados a nuestros diez dedos, gozamos también de los ciclos de estaciones y la revolución solar, que nos dan la ilusión del eterno retorno en espiral, de que las cosas son cíclicas y que un año representa un ciclo de algo, que así como cada año repite su ronda de meses, cosas similares pasan en fechas similares. Siempre similares, pero nunca iguales, porque nada queda igual frente al paso del tiempo. Similares pero nunca iguales… como estos discursos.

Discursos similares en la evocación, así que cumpliré en evocar este año, que fue rápido y muy variado. Un año que estuvo marcado por nuestro viaje a Europa, por varios motivos: el principal, que nos pasamos casi la mitad del año armándolo, planificándolo, organizando y reservando cosas… Y ahora nos pasaremos el resto del año recuperándonos, volviendo a acomodarnos a nuestra rutina, recordando y procesando las vivencias. El viaje fue muy interesante, porque conocimos muchos lugares, pero sobre todo vivimos muchas cosas juntos. Hace mucho que no estábamos tanto tiempo los tres juntos: fueron tres semanas de estar todo el día, todos los días, los tres juntos; desarrollando distintas actividades, jugando distintos roles pero siempre los tres. Por favor, ahórrenme darles una valoración, pero sin duda fue novedoso e interesante.

Entre las cosas interesantes está el haber podido observar durante todo ese tiempo, en qué se está convirtiendo la bebé de hace diez años y la nenita de hace cinco. Pude ver a Helena “en acción”, frente a un montón de experiencias nuevas, lugares nuevos, situaciones, personas y hasta lenguajes diferentes. A veces resolviendo cosas, haciendo sugerencias, pedidos, disfrutando novedades, jugando y experimentando, conociendo y tratando de armar todo. Esto fue lo más fascinante del viaje, incluso más que el monumental (literalmente) David de Miguel Angel, la clásica Tour Eiffel, las insólitas composiciones de Gaudí o los pintorescos canales venecianos. Porque acompañar un hijo que crece es como la aventura más grande, el juego más maravilloso del mundo. Nadie nos explicó las reglas, no sabemos qué se puede mover ni cuáles son los puntajes, no tenemos toda la información a la vista, ni sabemos qué hacen los demás jugadores… Sólo podemos arrimar un par de piezas, decir un par de frases de vez en cuando (¿será ese nuestro turno?), mostrar alguna cosa y mover un poquito… y vemos los efectos mucho más tarde, cuando ni sabemos cómo se llegó a esa posición. Pero en juegos como éste, el resultado siempre nos llena de orgullo y de disfrute, porque ver cómo un hijo puede desenvolverse en el mundo de una manera diferente a las nuestras, nos da la ilusión de que esos movimientos torpes que intentamos desde hace años, llevan a eso.

Efectivamente, el orgullo debe ser el principal pecado de los padres, y somos culpables. Estamos orgullosos de Helena, de cómo atravesó estos diez años, de sus logros e incluso de sus fracasos. Orgullosos de cómo le va en el colegio, de sus responsabilidades y sus actividades; de su desempeño en la banda de música y en el taller de patín pero sobre todo, de que siga siendo cariñosa y sensible. De que siga eligiendo ser una buena persona en este mundo que está tratando de descubrir.

Y en esto también ustedes tienen algo que ver; también ustedes movieron algo en ese tablero, dijeron algo o le mostraron algo. Así que también parte de la recompensa es suya.

Para cerrar, entonces, los invito una vez más a brindar por la vida, por las oportunidades de ver crecer a nuestros hijos y ocupar su lugar en el mundo.



No hay comentarios.: