viernes, 31 de julio de 2020

Palabras para el brindis del cuarto cumpleaños de mi hija


Buenas tardes a todos.

Para muchos de ustedes, es el primer año que vienen al festejo de cumpleaños de Helena. Así que es la primera vez que van a ver esta tradición: cada año, desde que ella nació, escribí unas palabras para el brindis de su cumpleaños.

Es el primer año que vienen los compañeritos del Instituto Educativo Modelo, porque Helenita cerró una etapa y dejó el jardín maternal. Ahora entró en un colegio mucho más grande, y pasó de tener media docena de amiguitos a casi treinta compañeros.

Estamos muy contentos con ese colegio, y vemos muy entusiasmada a Helenita con este mundo nuevo, lleno de actividades y desafíos. Pero eso me hizo pensar en cómo la vemos crecer y madurar este año. Porque muchas veces nos quejamos del trabajo que nos dan los chicos, de cómo no nos dejan tiempo libre, de sus caprichos, de sus arranques y sus gritos… Pero imaginen esto por un momento, como ejercicio: piensen que los llevan a otro país, donde apenas se manejan con el idioma para lo más elemental. Un lugar, además, donde todo el mundo tiene un promedio de 3,5m de altura. Todos los muebles, el transporte, las calles… ¡todo está ajustado a una altura de más del doble de la suya! Lo único que pueden usar con comodidad son los enseres de juguete y las miniaturas. Por no mencionar además que esta gente, aparte de un idioma difícil de aprender, tiene unas costumbres de lo más raras… La mayor parte de las cosas que a ustedes les parecen naturales, acá, de golpe, están mal. Y casi nadie tiene tiempo de ponerse a explicarles esas costumbres o sus motivos… Bueno, como se habrán dado cuenta, ése es el mundo que viven nuestros hijos.

Cuando Helena empezaba a gatear un amigo me dijo una vez: “Carlos, tenés que agacharte y poner los ojos a la altura de los de ella. De esa manera vas a poder encontrar fácilmente qué cosas son peligrosas”. Después lo vi en un capítulo de los Simpson, pero esa es otra historia. Y sí, si ponemos nuestros ojos a su altura, si miramos con mirada de niño, sólo por un rato… todo nuestro mundo cambia. O en realidad… Para mí el mundo es así, como se ve con ojos de niño. Es un lugar terrible, maravilloso, inmenso, mágico. Está lleno de fuerzas y movimientos que nos superan y pueden triturarnos en un instante, y está lleno también de portentos que nos dejan con la boca abierta, sin palabras para explicarlos. No quiero entrar en muchos detalles, pero lo que es una ilusión es lo que nuestra adormecida rutina de adultos nos fue enseñando: que nos manejamos, que controlamos las situaciones, que sabemos movernos y que sabemos qué es importante. Ah, y que sabemos lo que queremos.

Pero en ese ambiente extraño y por momentos amenazante, siempre desafiante y novedoso, nuestros hijos van creciendo. Y este año vimos muchos signos de crecimiento en Helena. Los físicos por un lado: ella se esfuerza en remarcar hasta dónde llega y las cosas que ahora puede hacer porque la altura y el peso se lo permiten. Insiste en apretar los botones del ascensor y las luces; y se enoja si alguien lo hace antes, porque ella puede… Por otro lado, su mente se desarrolla también. Ya maneja el lenguaje (demasiado y demasiado tiempo, para mi gusto), imita mucho mejor a los adultos (tienen que escuchar sus conversaciones telefónicas o verla en la clase con sus muñecos, parece un sketch de la televisión). Tiene memoria, curiosidad y empieza a entender las historias complejas. En lo artístico, sigue desarrollando más lo musical (también imita nuestros ensayos de coro) pero además le interesan las actividades plásticas, como vemos en su carpeta. Y en lo afectivo… ya tiene un esquema muy complejo de emociones, las distingue (aunque no sepa ponerles nombre) y las manifiesta… Es un bichito muy mimoso, que siempre está buscando abrazos y treparse a la gente. Hace las caras más increíbles y los cambios de tema más insólitos para que no la reten, y también los caprichos y berrinches más grandes… pero todavía es obediente.

Creo que ya es suficiente, ya que casi todos ustedes son padres y viven o han vivido cosas muy similares. Pero por otro lado no quería dejar de remarcarlo y compartirlo con ustedes, porque nuestras ilusiones de adultos importantes muchas veces no nos dejan más que momentos muy breves para ir viendo los hitos realmente importantes en la vida de nuestros hijos.

Por eso, ahora quiero invitarlos a brindar por la vida, por una vida compartida con nuestros hijos

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