
Luego de la vista panorámica y la subida, nos quedamos al solcito a tomar unos mates, contemplando el paisaje. Nuevamente Helena pudo disfrutar del auténtico sabor serrano, juntando arena y piedritas a manos llenas y degustando lo que podía.

Luego de la vista panorámica y la subida, nos quedamos al solcito a tomar unos mates, contemplando el paisaje. Nuevamente Helena pudo disfrutar del auténtico sabor serrano, juntando arena y piedritas a manos llenas y degustando lo que podía.

Después de una subida, llegamos al mirador de lso Pioneros. Hay un cartel con una foto panorámica de gran angular, donde están señalados con sus nombres los cerros que se pueden ver desde allí. Fíjense que con el signo de Pioneros y nosotros tres, parecemos la promoción de una serie de televisión. ¿Una nueva versión de la Familia Ingalls? Hmmmm....

En las afueras de Tandil hay un circuito para caminata, que se llama de los Pioneros. Se puede ver mucho campo y buenas vistas de los cerros, sin subir muy alto y en una linda caminata. Emprendimos la marcha por la tarde, en un lindo día de sol.

La visita al Cerro Centinela no está completa si uno no va a la piedra. Así que volvimos, esta vez en un día más soleado y con mejor vista, a hacer el mini-trekking hasta la piedra que da nombre al cerro.

Un par de fotos más para que vean que sí, que Helena y Alejandra bajaban en la aerosilla detrás mío. Siempre odié viajar en esos aparatos, pero sacar la foto de espaldas es todavía peor.

Estas son algunas vistas del trekking que llevaba a una surgente. El punto final no valía nada, pero en el camino se pasa por una cantera impresionante. Tandil tiene una gran tradición de picapedreros, acá se ve un poco por qué.

Arriba había un pequeño circuito para hacer una breve caminata, con paisajes interesantes y muy poca dificultad.
Volvimos otro día al Cerro centinela, un fin de semana con más sol y en mejor horario. Ahora pudimos tomar la aerosilla para subir. Estas son algunas vistas del recorrido. Alejandra iba con Helenita en la silla de adelante mío, en la última foto se puede adivinar que están.

Al bajar la escalera del cerro, vimos gente a un costado y un caminito. Haciendo un poquito más de trekking, llegamos a otro lugar con excelente vista donde paramos a tomar unos mates. Pusimos a Helenita sentada en el piso, se divirtió un montón y pudo darse el gusto de comer unos puñados de arenita y guijarros mientras no mirábamos.


Alrededor de la réplica, se han instalado dos plataformas amplias, con baranda, que sirven como miradores para que la gente disfrute un rato de la vista desde la cima del cerrito. Y sauqe fotos, por supuesto. Hya un fluir continuo de gente, y un guardia que cuida el tránsito seguro de la gente entre las plataformas y, en lo posible, que nadie pase las barandas.

Aquí tenemos distintas vistas de la réplica instalada en el lugar histórico. Esta no se mueve, firmemente adherida a su pedestal, la mole de granito tiene una forma parecida a la original. Se pueden ver unas cuantas fotos antiguas de la clásica en la base.



Fuimos a visitar la principal y más tradicional atracción turística de Tandil: el cerro donde estaba la famosísima Piedra Movediza.

Algunas tomas más del parquecito del apart. La primera en un quincho, la segunda en el pasillo de la entrada que pasaba delante de todas las cabañas, junto a la pileta. Esa pileta fue una de las notas negras del apart, ya que cuando salió el sol, la empezaron a llenar y lo suspendieron porque se había agrietado y perdía agua. Nunca pudimos usarla.

Una vez que salió el sol, quisimos aprovecharlo todo lo posible.
Otra noche fuimos a comer a un restaurante de cocina de autor. El lugar era muy agradable, tenía todo el aspecto de un pedazo de Palermo Soho transplantado a Tandil. Pero eso sí: las porciones eran con la idiosincracia tandilense, no pudimos terminar los platos. Comí unos ñoquis de batata espectaculares. Contra mis predicciones, Helenita se portó muy bien y durmió casi todo el rato.

Esta es la famosa piedra centinela, erguida como vigía del valle que se extiende al pie del cerro. Como en todos los cerros que vimos, pudimos disfrutar una hermosa vista, aunque lloviznaba de a ratos.

Otro día lluvioso fuimos por la tarde al cerro El Centinela. No pudimos subir, porque la aerosilla estaba cerrando. Pero hicimos un pequeño circuito de trekking para ver la piedra que da nombre al cerro, de la misma época que la famosa piedra movediza.