
Hicimos el ascenso por las estaciones del Vía Crucis. En cada una había un grupo escultórico representando la escena correspondiente. El camino iba por la ladera de un cerrito, empedrado, y rodeado por un bosquecillo de eucaliptos. Al final, en la cima, se yergue un altísimo Cristo crucificado, rodeado de exvotos, placas de agradecimiento y una ofrenda que no he visto en otras partes: en la barandilla que rodea la plataforma de su base, cientos de pañuelos atados, de todos los colores.Un detalle de color: con la mantita puesta sobre la cabeza para que no se mojara con la llovizna que nos acompañó durante casi todo el camino, Helenita adquiere rápidamente un aire monástico y religioso.
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